Flor de Lis

Hace década y media empezaba mi formación universitaria; como en todo curso siempre alguien llega unos días después. En este caso fue una mujer.

Todos los días escuchábamos un "clac, clac, clac, clac" en el pasillo y volteábamos hacia la puerta para ver entrar a una curvilínea enfundada en un micromini short, una playerita y unos taconazos que hoy serían la envidia de cualquier par de Blahnik y Louboutin juntos.

Esa chiquilla, escondida tras sombras, rubor y labial, extrovertida y con una risa contagiosa poco a poco empezó a convertirse en mi amiga, una verdadera.

Durante el año que pasamos juntas compartimos risas, llantos, trabajos escolares (obra de teatro incluida en donde fuimos la pareja protagonista), discotecas, conciertos y por supuesto, una que otra chela (no importaba si era horario de clase o no). No recuerdo cual de las dos se fue primero de ese campus, sólo diré que no hubo despedida.

Años después y gracias a la magia de internet volvimos a tener contacto. Nada cambió en esa relación, sólo nuestros estados civiles, unos cuantos kilos de más, uno que otro kilómetro entre ella y yo, un novio - ahora esposo - que no me soportaba (¿me soportará ahora?) y los temas de conversación.

Como todo ser social, conocí más personas que al paso del tiempo se han convertido también en amigas, muy queridas, sin embargo, ella tiene un lugar muy especial. Es aquella que me quitó muchas vendas de los ojos, me aventó muchos veintes para que me cayeran, es la que ha demostrado que no importa si no te ha visto en más de diez años, sabe quién eres y no le importa, te quiere así, con locura, con sensatez, con dolor, con alegría, con sufrimiento, con orgullo, con estrés y con amor. Y debo confesar, que así también la quiero yo a ella.

Celulitis llega y arrugas aparecen, sin embargo ella sigue estando para mi, con el corazón limpio, la sonrisa amplia y los brazos bien abiertos para un abrazo de esos que siempre digo, parecen abrazos para uno mismo.

Espero, de todo corazón que todas las mujeres tengan una amiga como la mía, porque créanme, es necesaria, insustituible e inolvidable.

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