Porque soy una mexicana como cualquiera.

Estos últimos meses me ha tocado convivir con dos jóvenes mujeres, en sus veinte, solteras, en un país "extraño", lenguaje "extraño" y felices. Son "gringas" como las llamaríamos nosotros los mexicanos, y llegaron a vivir a esta ciudad porque LES ENCANTA MÉXICO.

¿Por qué México? Me dicen es lo primero que les preguntamos al saber que están aquí viviendo y trabajando, y no se explican las caras de sorpresa e incredulidad cuando responden: "porque es un país lindo, lleno de cultura, historia, la gente es amable, buena, amigable y te recibe como si fueras parte de su familia". Y sí, mi cara es de incredulidad al oír esto, porque entre nosotros, mexicanos, no somos tan amables como con los extranjeros; no sabemos diferenciar entre los personajes de la independencia de los de la revolución; y, ni hablar de nuestras culturas prehispánicas llenas de sabiduría, misticismo, pero sobre todo honor. Honor que hemos perdido, honor que hemos mal entendido, honor que hemos pisoteado.

Todo lo bueno se encuentra fuera de México: mejor salario, mejor casa, mejor educación, mejor calidad de vida, mejor TODO. Aquí hay mucha delincuencia (organizada o no, a final de cuentas delincuencia), mucha injusticia, mucha pobreza, mucha corrupción, mucho "tranza". Aquí, hay mucho de todo lo que no nos gusta. Sinceramente, creo que no nos gustamos nosotros mismos, porque es muy común decir: "es que la gente es mal educada, floja, mañosa, chismosa, etc. etc. etc.". Y "la gente" somos NOSOTROS: yo, tú, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros parientes, nuestros vecinos, nuestros compañeros de clase o de trabajo. "La gente" somos todos.

No les voy a decir que soy una ciudadana perfecta, no, soy la mexicana común que una que otra vez se ha pasado un alto; aquella que ha buscado un conocido en alguna dependencia de gobierno para agilizar un trámite; ésa que ha criticado al gobierno de que no cumple y sí, ha dado votos de castigo; soy también la "malvibrosa" cuando juega la selección nacional de fútbol (es que no me gusta el fútbol, qué le vamos a hacer); y según mi esposo, soy la malinchista que en el cine prefiere ver cualquier churro extranjero a una buena película mexicana.

Sin embargo, hoy, al recordar a estas dos mujeres, me dieron ganas de decir lo mismo, que ME ENCANTA MÉXICO. Y, reflexionándolo bien:

Siento a México, cuando me acuesto en la hamaca y el tejido se encaja en mi piel.
Huelo a México, en la flor de cempasúchil que año con año llena los panteones.
Oigo a México, en los mercados donde me dicen: "marchanta ¿qué va a llevar?".
Degusto a México, en el esquite, en los panuchos, en el pozole, en el chocolate con bolillo "sopeado" que prepara mi madre, en los tacos.
Veo a México, en el mal educado que viene con niños, se estaciona en el lugar de minúsvalidos y mujeres embarazadas para estar cerca de la entrada y se baja del auto con una sonrisa de satisfacción de haberle ganado al de atrás que ya venía con las mismas intenciones.

Así es, nada es perfecto. Pero de unos años para acá, intento ser mejor persona, por ende, mejor ciudadana. Y no lo hago porque quiera dejarles un México mejor a mis hijos, porque ni hijos tengo. Simplemente, quiero vivir en ese México. Y no se tú, pero yo, por lo menos lo intento.


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