Nuestro perrhijo

Hace unos meses nos llamó una prima para decirnos que tenía un regalo para nosotros. Días después fuimos a su casa y resultó que el obsequio era un perro dachshund (conocido comúnmente como salchicha). Un pequeño cachorro color café y con ojos tiernos entró a nuestra vida así, de repente y sin avisar. De un día para otro tuvimos un nuevo miembro en la familia.
El principio fue hermoso, todo era risa, sorpresa y emoción, por supuesto el cachorro pasaba la mayor parte del tiempo dormido. Poco a poco fue creciendo y con el crecimiento vino la energía interminable de un cachorro curioso y explorador con su entorno. Fue ahí donde empezaron los problemas, bueno, "detallitos". Y es que, ¡César Millán lo hace ver tan fácil!
Sinceramente me creí que con un "ssshhh" se callaría, obedecería y hasta haría gracias (ya saben, dar la patita, echarse, caminar a mi lado al pasear, etc.) y pues no. Mi "ssshhh" lo único que lograba era alterarlo más. Leyendo páginas de mascotas aprendimos que la disciplina es importante. Necesita tolerancia, dedicación y paciencia, mucha paciencia.
Y aquí estamos, cuatro meses después: yo, aprendiendo las virtudes de la tolerancia, la paciencia y la disciplina; mi esposo, practicándolas (él las aprendió hace muchos años); Sam - el perrhijo, aunque su nombre completo es Samantho Nicolás Pavlov - aceptando que no es el líder de la manada, controlando sus instintos y aprendiendo a comportarse en sociedad perruna y humana.
La verdad es que somos muy felices juntos, y estamos seguros que con el tiempo y un cachito nuestro "ssshhh" será tan milagroso como el de César Millán.

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