Se hicieron amigos desde antes de tener uso de razón, cuentan sus madres. Fueron a la guarderÃa juntos, guarderÃa que después se convirtió en jardÃn de niños y finalmente en primaria. Asà que sus primeros once años estuvieron compartiendo el mismo salón de clases y las mismas obras, una de las cuales fue la culpable de sus sobrenombres. Representaron a Don Quijote y Sancho Panza. El fÃsico era tan parecido y lo hicieron tan bien que se les quedó el mote. En toda la cuadra los conocÃan como "Quijo" y "Sancho".
Quijo era un soñador empedernido, despierto soñaba. Su imaginación no conocÃa lÃmites y siempre estaba pensando en su siguiente aventura. Sancho era más tranquilo y realista, era el ancla que amarraba a Quijo a su realidad. Se querÃan de veras, como solo los verdaderos amigos se quieren.
Fuente: Flix |
La calle y el parque de la colonia eran su campo de juegos, los habÃan convertido en planetas llenos de aliens, tsunamis y terremotos habÃan azotado la tierra, los dinosarurios no les duraron mucho tiempo; a Drácula ya lo habÃan matado varias veces y, su hombre lobo tenÃa la caracterÃstica de convertirse cuando quisiera, no solo en luna llena. Últimamente, Quijo hablaba de unos seres que estaban muertos pero vivos, zombis, escuchó que sus padres los llamaban.
- No me dejan verlos por la tele, porque son peligrosos y me van a asustar. Pero no me asustan, Sancho. Ya los he visto, aquà cerca. Son iguales a como escucho que son, muertos pero vivos, comiendo gente alrededor, ignorándose unos a los otros, menos a los que dan señales de saber qué son.
- ¿Dónde los has visto, Quijo? Yo no he visto de esos por aquÃ. Otra vez estás imaginando cosas.
- No, Sancho. Ahora sà es real. No los he imaginado, ¡lo juro por mis juguetes! Si quieres te llevo.
- ¡Llévame!
Y empezaron a pedalear sus bicicletas. ParecÃan dos gallardos caballeros cruzando el campo en sus pequeños caballos de fierro. No pasaron más de 15 minutos cuando Quijo gritó: "¡AhÃ, Sancho! ¡Ahà es donde están!". Yo solo veo un letrero enorme, contestó el pequeño Sancho. A lo lejos podÃa verse un letrero brillante que decÃa "Molino de Café". "Ahà se esconden" replicó Quijo.
Se acercaron cuidadosamente, bajaron de sus bicicletas y las dejaron en un lugar seguro y cercano por si tenÃan que huir. Pegaron sus caritas a los cristales para ver a los zombis.
- Aquà no hay zombis, Quijo. Solo son personas tomando café.
- Mira bien, Sancho. Mira como están vacÃos, no hay vida ahà dentro, están muertos. Solo los dedos sobre sus celulares y tablets se mueven, pero en realidad están comiéndose a la gente. ¿Ves a aquellos niños sentados allá? Mira como cuando intentan llamar su atención les dan un aparatito para que se entretengan y ¡se conviertan! ¡Tenemos que salvarlos, Sancho! Debemos librarlos de ese mal.
- Quijo, te lo estás imaginando todo. Ya hay que regresar, se está haciendo tarde y nos van a regañar.
- No, Sancho. Primero debemos salvarlos y después con la tranquilidad que da el cumplir la misión, irnos a cenar.
- Quijo, ya tengo hambre. ¡Vámonos!
- ¡No sin antes pelear!
Y Quijo corrió hacia la caja de los fusibles y bajó la palanca. Los zombis al darse cuenta que no tenÃan luz eléctrica empezaron a levantar la cabeza y decir cosas que los dos pequeños no entendÃan, solo veÃan sombras ya que todos los zombis habÃan activado las linternas de sus celulares. El encargado del lugar salió unos minutos después del apagón para verificar la caja y alcanzó a verlos asomados en los cristales. Les gritó y asustados corrieron a las bicicletas, Quijo tropezó y cayó de bruces sobre la banqueta haciéndose un raspón en la rodilla. Sancho al darse cuenta regresó para ayudarlo a levantarse y poder llegar a las bicicletas.
- ¡Rápido, Quijo! ¡Pedalea! Que nos descubren.
- ¡Esta batalla sà que ha sido peligrosa, Sancho!
Pedaleaban lo más rápido que podÃan, pero el encargado del café ya habÃa subido la palanca de la caja de fusibles y habÃa luz otra vez en el lugar. Los zombis habÃan regresado a su estado habitual y él, los habÃa reconocido.
- ¡Ya sé que fueron ustedes, Quijo y Sancho! ¡Le diré a sus padres para que los metan en cintura!
Quijo volteó a ver el Molino de Café y se dió cuenta que todo seguÃa igual, los zombis seguÃan siendo zombis. Nada habÃa cambiado, bueno sÃ, ahora tendrÃa una cicatriz más en su rodilla.
- No importa, Sancho. Seguiremos luchando, y algún dÃa, algún dÃa los venceremos...
- ¡Ay, Quijo! Mejor hay que empezar a ver que secundarias nos quedan cerca, ya ves que este año terminamos la primaria... ¿A poco no te gustarÃa que siguiéramos estudiando juntos?
- SÃ, Sancho... juntos...
¡Buen llamado de atención el que nos has hecho con tu cuento! Me ha gustado mucho, sobre todo porque en casa tengo dos zombis =(
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