El que a dos amos sirve...

Ya había escrito sobre mi creciente adicción al internet y, sinceramente lo veía como un juego que terminaría en cuanto me aburriera de la granja, del zoológico y de la mascotita.

Cuando todo empezó, solo estaba frente a la computadora por las tardes, ya que la mañana la tenía reservada para mis labores hogareñas, llegando mi esposo del trabajo la apagaba y nos dedicábamos uno al otro; poco a poco fui cediéndole más tiempo, digo, no tiene nada de malo encender y conectar la compu y mientras uno barre o trapea pues echarle una miradita a sus asuntos de la red. El problema empezó cuando ese "mientras" fue a la inversa, es decir, "mientras crece mi cosecha, se reproduce mi zoológico pues barro y trapeo" y ¡zas! poco a poco terminé cediendo todo mi tiempo a esto.

Sin darme cuenta empecé a pasar casi todo mi día sentada frente a la laptop, con unos ojos llorosos porque se me olvidaba ponerme los lentes, con sobresaltos porque cuando miraba el reloj me daba cuenta que ya se me había pasado la hora de hacer la comida, con dolores en la espalda y la cadera que no sabía por qué eran, y también, me iba a la cama sin haber puesto atención en que mi esposo ya había llegado, muy a lo lejos escuchaba su voz contándome cosas que le habían pasado en su día, cenábamos juntos, pero yo estaba más al pendiente de la computadora que de él... y ¡ahí me cayó el veinte!

Estaba sirviendo a dos amos: mi matrimonio y el internet, así que por supuesto, tuve que elegir, y no fue difícil, no, lo difícil es vencer la tentación por la mañana para conectarme, entrar al Facebook y no visitar ninguno de mis jueguitos, evitar el chat antes de las cuatro de la tarde, y un largo etc, etc.

Así que bueno, aquí estoy, renunciando a mis jueguitos por internet y como dice un buen amigo: *¡A darle! Que esto no es cosa de inspiración sino de perseverancia.

*Paco Saucedo vía msn.

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